Hablar, tal vez hablar en los devoramientos del alba, en las cenizas frías, en las constancias que no habrá de leer nadie…
José Carlos Becerra.
Ponerse a hablar así, en voz baja con la noche
desde la lengua, el papel y la alcantarilla
sacando telarañas de cualquier rincón
para tejerse un abrigo cualquiera
sacando letras de cualquier rincón
para tejerse un nombre cualquiera
Hablar con la noche acariciándole la frente
mirando tu reflejo en los ojos de la noche
sosteniendo el libro en blanco entre tus manos
anclando tu corazón al borde de la mesa
Hablar así
para cortarle la lengua a los crepúsculos
Hablar así
vaciando de sangre a la ceniza que nos vela el sueño
Hablar con la noche para amamantar los cementerios
Para limpiar y blanquearle los huesos a la muerte
Nos ponemos a hablar así,
envenenándonos el paladar cuando decimos la palabra muerte,
con la luz escondida bajo la cama como un niño asustado
con la luz escondida bajo los párpados como un deseo asustado
Nos ponemos a hablar así,
con voz de óxido y tabaco
y con un hormiguero que crece bajo las sábanas
Hablar de la ley y la condena, del índice de sal que dicta sentencia
Imprecar a los jueces de dientes podridos que cargas desde tu nacimiento
Y sólo atinas a saborear el polvo de una frase
Y sólo llegas a pronunciar una frase de polvo
que huye como ave herida al regazo de la noche:
El que no esté libre de pecado que tire la primera letra
Y sabes que no es cuestión de poner a hervir la sangre cuando despiertes
Y sabes que no es cuestión de roerle el hueso a la madrugada hasta gastar tus encías
Porque ya no es posible otra cosa que cerrarle los labios al verano
ahora que quieres dar tu confesión a la noche
y salir a orinar las calles con poemas y cálculos renales
Y te pones a hablar así,
sabiendo que cada ola es la medida del mar
que cada palabra es la medida del hombre
que cada herida es la medida del hombre
y que la noche no tiene medida
porque es una mujer insomne y cubierta de fiebre
y que el tiempo no tiene medida
porque es un actor deforme con mala memoria
borracho y desnudo en el centro del sueño
borracho y desnudo en el centro de tu propio escenario
cuando la luz que de tanto darse mordidas se acaba a sí misma
Y te disuelves en ese laberinto de frases de polvo
Y escuchas de nuevo salir de tus labios la frase,
igual que un muerto que sale de alguna fisura del tiempo agitando banderas:
El que no esté libre de pecado que tire la primera letra
Y te pones a rascarle la cabeza al olvido como a un perro manso
gestando el error y la mentira en el vientre,
mirando de reojo al fracaso que pasa vestido de traje y sombrero
y se sienta a observar cómo te pierdes en este laberinto de polvo
Y sólo esperas el estribillo que ha de llegar como una plegaria
Y miras el estribillo que te llega como una mortaja
después de haber gastado palabras haciendo tu confesión a la noche
Y la voz al fondo del vaso entonces te dicta sentencia
El dedo de sal te señala y te dicta sentencia
Retomas el estribillo como un escudo contra la espada
como el héroe de historieta que toma su capa:
El que no esté libre de pecado que tire la primera letra
Nadie te dijo que hacer confesiones era sangrar un poco
que tu vida era luz en el útero de la noche cubierta de fiebre
que los poemas que habrías de gastar eran la expiación de tu condena
Y así hablas con esta noche que viste de negro
como todas las noches que visten de negro
Así hablas, así te confiesas,
así purgas la condena que tú conoces
con las palabras y el estribillo que la noche conoce
La noche que en algún lugar te espera siempre
La noche que te espera con los ojos y oídos abiertos
y tú
con dolor y poemas seduces lentamente
la noche que huele a noche y te espera con las piernas abiertas
y tú
con amarga soledad, desde hace años, penetras dulcemente.
Publicado en Opción (Revista del alumnado del Instituto Tecnológico Autónomo de México), ITAM, Año XXVII, No. 153.
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